Cuando lo vi entrando al consultorio donde yo estaba sentada, no podía imaginarme lo que iba a pasar a continuación, miraba hacia todos los lados, como temiendo lo peor y lo observe con curiosidad pues no tenia, al parecer, urgencia por ser atendido. Vestía un polo plomo, un buzo crema y unas zapatillas blancas.
Se quedo mirando a la enfermera en su silla de ruedas y solo atino a decir – enfermera hoy tengo cita – quizás trato de presionar a la enfermera para que lo atendiera, pocos minutos después, la enfermera salio del consultorio para verificar si realmente le tocaba su turno. En esos temía lo peor, pues se encontraba pálido y muy delgado. Yo pensaba que hablándole iba a dejar de lado el miedo, de pronto me acerque y le pregunte – se siente bien- y no me respondió, me empecé a preocupar, llame a la enfermera y al no llegar le toque su muñeca y no sentía su pulso, peor fue cuando lo mire a los ojos y es aquí donde me doy cuenta que había fallecido, fue tanta mi desesperación que empecé a llorar como una niña, llamando a la enfermera, en eso entro su pariente y de igual manera se hecho a llorar, de inmediato le informo a la esposa del fallecido.
Luego me entere que el paciente tenía cáncer terminal y se encontraba en su ultima faceta pues las quimioterapias habían terminado con las pocas fuerzas que le quedaban, además se había contagiado de bronco pulmonía.
Las noches siguientes no dormía, pues tenia su mirada frente a mi, como diciéndome aquí estoy. Esta experiencia es tan dramática, estar tan lejos y a la vez tan cerca de la muerte, definitivamente no sabes como reaccionar en el momento dado.